Algunas veces me han preguntado por qué me enganchó tanto el kayak. Yo no llevo mucho en esto, igual cuatro o cinco años en plan serio (había hecho kayak antes pero muy de vez en cuando y en travesías de poco tiempo).
La verdad es que la respuesta más fácil es simple: porque lo disfruto. Me gusta el kayak por la sensación de libertad que te da, tu solo remando en medio de la naturaleza, relajado y sin agobios. Es otra forma de viajar, y como a mí me apasiona viajar y conocer sitios nuevos, también lo disfruto mucho desde el agua.
Obviamente, también es deporte, y todo lo que sea actividad física siempre viene bien para desconectar un poco del trabajo y la rutina del día a día, oficina, coche, atascacos, ciudad y mucho estrés… los brazos son los que más se machacan en el kayak, pero también es un buen ejercicio de cardio y dicen que mejora hasta la forma de respirar.
Pero para mí lo mejor es lo relajante que es: estando en el agua tienes tiempo para pensar, pararte cuando te apetezca, observar y desconectar de todo. Solos tú y la naturaleza.
Tampoco hace faltar ser un experto, porque lo bueno de este deporte es que puedes empezar cuando quieras aunque no tengas mucha experiencia (logicamente, si tienes una buena forma física te costará mucho menos), haciendo rutas cortas con paradas y luego puedes ir incrementando el ritmo en función de lo bien que aguantes.
Así que desde aquí os animo a todos los que nunca lo hayáis probado a montar en kayak y probar a hacer una ruta corta, una o dos horitas, para que veais lo bien que sienta y si os convence, seguir practicándolo como hice yo.